literatura de cordel - significado y definición. Qué es literatura de cordel
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Qué (quién) es literatura de cordel - definición

GÉNERO LITERARIO
Pliegos de cordel; Pliego suelto; Pliegos sueltos; Pliego de cordel
  • Las hojas impresas se mostraban sujetas por pinzas en cordeles para que el comprador pudiera elegir. Tienda de "romanços" junto al convento de San Agustín (Barrio de la Ribera, Barcelona) según el grabado en un sainete publicado en 1850.
  • Literatura de cordel.

literatura de cordel         
term. comp.
Pliegos de cordel.
Literatura de cordel         
La literatura de cordel es un género popular hecho en verso y de origen tanto escrito como oral. Recibe tal nombre por haber sido distribuida en los llamados ‘pliegos de cordel’, cuadernillos impresos sin encuadernar y exhibidos para su venta en tendederos de cuerdas.
pliego de cordel         
term. comp.
Libro de cordel.

Wikipedia

Literatura de cordel

La literatura de cordel es un género popular hecho en verso y de origen tanto escrito como oral.[1]​ Recibe tal nombre por haber sido distribuida en los llamados ‘pliegos de cordel’,[2]​ cuadernillos impresos sin encuadernar y exhibidos para su venta en tendederos de cuerdas. Tuvieron su origen en la península ibérica, siendo exportados por las colonias de España y Portugal, y arraigando de forma especial en Brasil.[3]​ Narraban temas populares elementales, desde sucesos cotidianos a episodios históricos, legendarios o religiosos.[4]

Los ‘pliegos de cordel’,[5]​ hermanos de los romances y las coplas de ciegos,[6]​ están escritos con tópicas rimas romanceadas y en muchas ocasiones ilustrados con xilografías. Las estrofas más comunes son de dos, seis o diez versos, que eran recitados o cantados por los vendedores en las plazas de las ferias, de villa en villa. Acompañados en ocasiones de instrumentos como la zanfona, el violín, la vihuela o pequeños acordeones, sus representantes solían ser mendigos invidentes.[7]​ Su estudio ha sido desarrollado en España por antropólogos como Julio Caro Baroja y Joaquín Díaz González y por historiadores como Antonio Rodríguez-Moñino.[8]​ En cuanto a la extensión, Moñino propone «de una a treinta y dos planas», es decir, cuadernillos de ocho, dieciséis o treinta y dos páginas; por su parte, García de Enterría da de una a dieciséis hojas.[9]